martes, 26 de octubre de 2010

La mañana, fría

Tan solo unos rayos de sol quitaban los escalofríos que recorrían mi cuerpo, y no lo hacían durante más de unos segundos, el tiempo de bajarme un poco la cremallera de la sudadera.
Estaba sentada sin hacer nada y ya eran la una y media al menos. Mi mente desconectó por un momento de la conversación y se puso a pensar en lo que estaba haciendo en ese mismo instante, en con quién estaba, en cuánto había cambiado mi vida en tan poco tiempo.
Me di cuenta de que en realidad una parte de la antigua yo se quedó allí entre esas cuatro paredes a las que volveré algún día, para ver a algunas personas que han sido imprescindibles en mi lucha por crecer y seguir adelante, tanto mental como física como emocionalmente. Ahora, soy una nueva yo, con todas las ventajas e inconvenientes que eso conlleva. Hace varios meses ni me planteaba pasarme una hora sentada junto a aquellos que eran desconocidos (y a los que sorprendentemente he cogido cariño), hablando de mi, de ellos, de todos. Riendo a carcajadas y aspirando el olor de un paquete de tabaco consumiendose. Y en esos momentos dije "qué feliz soy". Sí, soy feliz de haber dejado aquellas cosas atrás, de ser una nueva yo, porque sé que las personas y las cosas que me importan las sigo guardando conmigo y las llevo adelante en mi carrera, teniendo ahora una parte libre para todo lo nuevo que está llegando tan de repente. Pareceré estúpida, o que miento, o que me encariño demasiado fácil, pero da gusto llegar a clase y ver caras nuevas que te sonríen, y te abrazan, como si fueran amigos de toda la vida. Son personas grandes, enormes, y me aventuro a decir que mucho más de algunas que ya me crucé y con las que compartí momentos fantásticos.
Esta es la nueva vida, a lo que yo tanto miedo tenía, y que me está formando para ser más y mejor

domingo, 24 de octubre de 2010

O que me coja de la mano por la calle

Con lo fácil y bonito que lo pintan, las historias de chico conoce a chica con finales felices de todos aquellos libros o películas, que muchas veces son traspasados a la realidad. Y es que no es tan difícil, ¿no?
Tener a una persona que te regale una caja llena de globos, o que escriba en tu portal. Alguien con quien sentarte sobre un monopatín o te de vueltas por la calle para después darte un beso. Alguien que te diga te quiero, muy bajito, al oído.
Pero parece que de mí se esconden, no los encuentro. No existe aquella persona de la que yo pueda enamorarme y menos si espero que sea correspondido. Quizás es que tengo demasiadas metas y sueños, y debo conformarme con cosas más a mi altura, con algo más simple.